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21 septiembre 2016

Ensayo: El zángano maravilloso - Test: The wonderful drone.

Maurice Maeterlinck afirma, tajante, que la de las abejas es una comunidad perfecta, de una organización impecable. 
Hoy me propongo dar fin a este interminable sobrevuelo de colmenas, panales y enjambres al que he querido dedicar mis reflexiones en este espacio desde hace meses. Sobrevuelo que a pesar de las múltiples interrupciones y trastabilleos, unos voluntarios otros obligados, no ha dejado de cautivarme. Quedarán más cosas por decir que las que había al principio, en aquel ya lejano noviembre, como suele suceder con todo aquello que realmente lo apasiona a uno.
Y no puedo dar por terminado mi idilio con los dulces y agresivos himenópteros, aunque sea provisionalmente, sin rendir homenaje a uno de sus más brillantes y ensimismados amantes. Maurice Maeterlinck fue un escritor belga, muy belga, poeta, narrador y ensayista, de hace cien años. A pesar de su incomparable talento, en 1911 le fue concedido el Premio Nobel. Ni modo. Una mancha en el historial la tiene cualquiera. Pero premios y reconocimientos aparte, nuestro Maurice dio muestras de su encendido compromiso con la vida, con la propia y con la del mundo del que le tocó ser parte. Sus textos son una delicia, y renunciar a ellos es señal de una ignorancia o una desidia imperdonables. En fin, quien en ello incurra, en el pecado llevará la penitencia.
Entre las muchas facetas de su obra, destacan y sorprenden, sin duda, tres breves ensayos sobre los pequeños bichitos que lo sedujeron y enamoraron: La vida de las hormigasLa vida de los termes y, de manera sobresaliente, La vida de las abejas. Éste último, a pesar de ser el primero de los tres es el más esmerado, acuicioso y penetrante.
No fue un entomólogo ni un himenopterólogo ni un especialista. Fue mucho más que eso. Fue un amante apasionado. Pulsión irrefrenable que lo llevó por supuesto a convertirse en entomólogo, apiólogo y especialista, sin la frialdad, reconozcámoslo, que se supone debe guiar el quehacer científico.
“El alma del estío, el reloj de los minutos de abundancia, el ala diligente de los perfumes que vuelan, la inteligencia de los rayos de luz que se ciernen, el murmullo de las claridades que vibran, el canto de la atmósfera que descansa”. Así describe el autor la embriaguez que lo envolvía en las interminables horas en que se embelesaba contemplando el frenético ir y venir de la colmena.
Su devoción lo llevó a sostener aquello que yo, en estas líneas y a lo largo de meses, sin descartarlo he puesto en duda. Afirma, tajante, que la de las abejas es una comunidad perfecta, de una organización impecable, y que el ideal de la sociedad humana debería ser el de imitarlas al máximo, hasta donde fuera posible. Llega incluso a decir:
“Ningún ser vivo, ni el hombre, ha hecho en el centro de su esfera lo que la abeja en la suya, y, si una inteligencia ajena a nuestro globo viniese a pedir a la tierra el objeto más perfecto de la lógica de la vida, habría que presentarle el humilde panal de miel”.
En estas palabras, tout en passant, como quien no quiere la cosa, habla de la “lógica de la vida”, dejando ir que las abejas están en una armonía mayor con el cosmos (no olvidáramos que cosmos significa precisamente orden) que cualquier otra estructura existente, viva o inerte. Más que la humana, por demás está decirlo. No es poca cosa.
Pero va más lejos. Ya he dicho más de una vez, aquí, allá y acullá, que uno de los pantanos en que se encuentra atrapado el pensamiento científico es el concepto de “instinto”. Se trata de una entelequia medieval, que nadie sabe exactamente en qué consiste, y que se utiliza repetidamente, en la conducta de los seres vivos, para explicar lo inexplicable. Para lavarse las manos y hacerse pendejo.
Y bien, Maeterlinck opone el concepto de “instinto” al de “inteligencia”. Lo cual no deja de ser peliagudo. Es una cuestión delicada. Él lo hace para abordar el problema de la libertad, del libre albedrío. El ser inteligente sería aquel que “decide”, mientras que el que actúa instintualmente no tendría opción y estaría constreñido por ese instinto que lo guía y atenaza.
Es así que el científico poeta sostiene, recio y quedito, que las abejas son inteligentes, es decir, guiadas por su voluntad colectiva y en función de la conciencia que poseen acerca de lo que son y a lo que aspiran.
Esa perspicacia y este carácter, sin embargo, no pertenece a cada uno de los individuos que conforman la colmena, sino a ésta en su conjunto, lo que la convierte en un ser en sí misma, del cual cada uno de los insectos que la conforman, están “etiquetados”, “comprenden” su función global y no serían sino células destinadas al bienestar y sobre vivencia del conjunto.
Pero entender realmente reglas extrínsecas tiene entresijos, cada unidad individual debe acatarlas todas estrictamente. Y además validar in situ tales etiquetas, logrando obtener sólo hembras aptas y por ende respetar rigurosas ordenanzas sociales.
Tal conducta, afirma el belga, está por encima de cualquier dictado instintivo por sofisticado que sea. Su aseveración es desconcertante y discutible, pero cualquier aseveración sutil, inteligente e innovadora lo es.
Dejemos, usted y yo, agudo lector, a modo de homenaje, que sea el propio, inasible, embriagador Maurice Maeterlinck, zángano maravilloso, quien termine estas líneas, esta serie y esta inquietud:
“Le llamemos Dios, Providencia, Naturaleza, Azar, Vida o Destino, el misterio es el mismo, y todo lo que millares de años de experiencia nos han enseñado es a darle un nombre más vasto, próximo a nosotros, flexible, más dócil a la espera y a lo imprevisto”.

18 septiembre 2016

QUE ES LA APICULTURA??? - WHAT IS THE BEEKEEPING ???

La apicultura es la actividad dedicada a la crianza de las abejas y a prestarles los cuidados necesarios con el objetivo de obtener y consumir los productos que son capaces de elaborar y recolectar.


El principal producto que se obtiene de esta actividad es la miel. La miel es un factor de beneficio para los humanos.

QUE ES LA APICULTURA??? - WHAT IS THE BEEKEEPING ???La cría de abejas constituye, en la mayoría de los casos, una actividad (considerada “menor” dentro de la ganadería) complementaria de granja muy remunerativa, que produce importantes ingresos al productor, con sólo dedicarle los momentos libres que le deja su actividad principal.

Ello aparte de su principal función biológica como agente polinizador en diversas plantas de fecundación cruzada (ejemplo en los manzanares).

En cuanto a la función polinizadora de las abejas, conviene señalar que ha cobrado singular importancia en el mejoramiento cualitativo y cuantitativo de diversos frutos y semillas.

El cultivo similar de otras abejas productoras de miel (melipónidos) se denomina meliponicultura. La vespicultura es la explotación de las escasas especies de avispas mielíferas.

El apicultor es la persona que practica la apicultura.

Son diversas las actividades que desarrolla el apicultor, durante la primavera y verano normalmente trabaja con las abejas realizando trabajos de control de población y extracción de la miel, pero durante el invierno o estación de receso, el trabajo consiste en la preparación del material de madera, para la temporada que viene en donde alojará las nuevas familias, así como advertir posibles enfermedades o plagas de las poblaciones de abejas para poder tratarlas a tiempo.

Historia:
El uso de la cera de abejas se remonta a la era de piedra según estudios realizados sobre restos de objetos de cerámica en más de 150 sitios arqueológicos en Europa, en regiones por debajo del paralelo 57 (es decir, excluyendo Escocia y Fennoscandia).

Pintura rupestre de las cuevas de la Araña en Bicorp: Individuo recolectando panales. Declarada por la Unesco en 1998: Patrimonio de la Humanidad.

En las pinturas rupestres del mesolítico presentes en la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia),
En las pinturas rupestres del mesolítico presentes en la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia), proliferan escenas de la recolección de la miel, si bien es difícil determinar su origen, se calcula que estas pinturas podrían datar entre 7.000 y 8.000 años de antigüedad. En el Mesolítico 10.000 a 5.000 años adC, el hombre comienza la recolección de miel de colmenas silvestres y en el Neolítico cuando aprendió a controlar las abejas y enjambres.

Existen datos históricos que señalan la existencia de prácticas apícolas en el periodo predinástico de Egipto, trasladando sus colmenas en embarcaciones a lo largo del río Nilo. Hay papiros que datan del año 2400 a. C. donde podemos observar la práctica.

Los griegos, que fundan Éfeso en el año 1100-1000 a. C. en el Asia menor en la Anatolia hoy Turquía, veneraron la apicultura dado que la DiosaArtemisa (después Diana para los romanos) era representada en las monedas2 con el cuño de una abeja en los años 480 a. C. En la Tracia también fue muy común acuñar monedas con una abeja. Los romanos, también practicaron la apicultura y en general heredaron las prácticas helénicas e hicieron de ellas un objeto de culto. Los poetas geórgicos dedicaron obras a la descripción de los instintos, costumbres, inteligencia de las abejas y a la explotación racional de estos animales que nunca dejaron de sorprenderlos. En general, siempre en los relatos de las sociedades más avanzadas de todas las épocas, se han encontrado vestigios del conocimiento de las abejas y de la explotación racional de la miel y la cera.

La apicultura moderna comienza con la creación de los panales y los cuadros móviles, en virtud que no destruyen los mismos al realizar la cosecha de miel, las hojas de cera estampada y los extractores mecánicos, alcanzando su apogeo a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX gracias a los trabajos de estudiosos como Arturo Wulfrath Brockhoff, Huber, Dzierzon, Quimby, Langstroth, Hermano Adán, Fabre, Hoffman, Miller, Alley,Doolittle, De Hruschka, Mehring, Root, Munn, Miner, Harbison, Wolf, Phillips, Smith, Dadant, Fabre y Farrar, Georges de Layens.

Panal con obreras y larvas, durante la revisión por parte de un apicultor.
Panal con obreras y larvas, durante la revisión por parte de un apicultor.

Habitantes de una colmena.
Las abejas son insectos sociables que siempre viven agrupados en la colmena. En una colmena hay tres tipos de abejas: abeja reina, abeja obrera y zángano, en función de la alimentación que suministren las abejas obreras a la larva una vez ha eclosionado el huevo.

Habitantes de una colmena.
La reina.
La abeja reina tiene como función poner huevos de los que sale el resto de habitantes de la colmena, es de tamaño más grande que la abeja obrera, abdomen más alargado y con alas más cortas. Otra de sus funciones es la de segregar una feromona que mantiene unidos a todos los habitantes de la colmena. La producción de esta feromona disminuirá con la edad de la abeja, cesando en torno a los 4 años.

Una vez eclosionado el huevo, la larva será alimentada durante todo su ciclo con jalea real preparada por las abejas obreras. El huevo del que parte la reina se sitúa en una celdilla que las abejas obreras transforman para darle una forma y tamaño adecuado, llamándose realera.

Abeja obrera
Las abejas obreras cuentan con un gran número de efectivos en la colmena (20.000-60.000). Una vez que la larva sale del huevo, sólo recibirán jalea real durante 2 días y medio y luego será alimentada por una masa de miel, polen y agua.

La abeja obrera se desarrolla durante un periodo de 21 días, sucediéndose 3 fases: huevo (3 días), larva (6 días) y ninfa (12 días).

Una vez alcanzado el estado adulto, desarrolla diferentes trabajos en la colmena en función de su edad: los 3 primeros días limpian las celdillas, los 6 siguientes días segregan la jalea real con las glándulas que tienen en la cabeza alimentado a las larvas y también a la reina, mantienen la temperatura y humedad del nido ventilando la colmena si es necesario, y acompañan a la reina, preparan pan de abeja para alimentar a las larvas después de su tercer día de vida, segregan cera con sus glándulas especiales en la parte externa del abdomen, segmentos 4 al 7 en los llamados espejos de la cera que son unas superficies muy pulimentadas sobre las cuales se sitúan 4 pares de glándulas productoras de cera, elaboran el néctar traído de las flores reduciendo la humedad para convertirlo en miel, construyen los panales tanto para criar nuevas abejas como para almacenar miel y construirán las celdas reales para que nazcan nuevas reinas y pueda la colonia enjambrar o renovar su reina demasiado vieja o con alguna tara.

Cuando cuentan con una edad de 19 a 20 días, vigilan la colmena para que no entren otros insectos y a partir de los 21 días salen al campo en busca de polen, néctar y resinas. El polen es depositado en una especie de canastillas a los lados de las patas traseras y el néctar en un buche previo al intestino. Con las resinas de los árboles elaboran el propóleo.

El zángano
Los zánganos nacen de un huevo sin fecundar puesto por la reina (partenogénesis) y reciben jalea real durante tres días, después pan de abeja como las obreras. Requieren 24 días para alcanzar el estado de adulto, pasando por tres fases: huevo (3 días), larva (5 días y medio) y ninfa (15 días y medio). Tienen como función fecundar a la abeja reina y dar calor a la cría, aunque están muchas horas en el campo y son las obreras las que mantiene la humedad y temperatura adecuados. Viven solo en primavera y verano, no tienen aguijón por lo que no colaboran en la defensa de la colmena y no recolectan néctar ni elaboran miel. A diferencia de las obreras o la reina, los zánganos con frecuencia entran libremente en colmenas a las que no pertenecen. Este comportamiento es clave para posibilitar el intercambio genético entre distintas colonias; sin embargo también convierte a los machos en vectores de transmisión de parásitos y enfermedades.

En las colonias desorganizadas algunas obreras activan sus atrofiados ovarios y depositan varios huevos en cada celdilla de donde nacerán zánganos de menor tamaño que sus hermanos.

BENEFICIOS QUE PRODUCE LA APICULTURA

Los beneficios podemos clasificarlos en directos e indirectos:

Directos: miel, cera, polen, jalea real, veneno, propóleos, núcleos, enjambres y subproductos, en su mayoría derivados de la miel: vino de miel, hidromel, vinagre de miel, licores, arrope, dulces, aplicación en repostería, caramelos, etc.

El polen es depositado en una especie de canastillas a los lados de las patas traseras

Indirectos: consiste en la polinización por las obreras pecoreadoras, de multitud de flores de plantas que solamente se polinizan y producen frutos y semillas con intervención de los insectos, entre los cuales se incluye en primer lugar la abeja doméstica (Apis mellifera).

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